No. Sé lo que estás pensando. Y no. No voy a empezar a contarte un cuento maravilloso junto al mar. Esta vez no. Supéralo, ¿vale?

No encontrabas el paraguas, por lo que has salido corriendo un minuto antes de las siete y media y, cuando has pisado la parada, el autobús ha cerrado las puertas y se ha reído en tu cara. Además de jadeante y frustrado, estás empapado de pies a cabeza, tanto que si te zambulleras en aquel charco de allí, mojarías el charco.
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Percibes tras el manto de lluvia la cálida luz de una heladería que acaba de abrir. ¿Quién compraría un helado con estas temperaturas? ¡Es de locos! Sin embargo, te acercas movido por la curiosidad y por simple aburrimiento.
La puerta es amarilla, y un educado letrero adornado con el dibujo de una rosa te da la bienvenida. El local está pintado de verde lima, las mesas son redondas y blancas, y los asientos parecen de lo más cómodos. En el techo cuelga una peculiar lámpara de araña que proyecta destellos plateados en una decena de jarrones de cristal repletos de todo tipo de flores que aportan un toque colorido a la estancia. En el mostrador se aprecian delicias heladas de toda clase: queso y mermelada de frambuesas, chocolate noir con miel y esencia de canela, dátiles y crema de menta...
-Buenos días, ¿qué desea?
Un amable anciano te sonrié tras el cristal al que te has quedado mirando embobado. ¿Qué diablos ha pasado? Has entrado en la heladería sin darte cuenta dejando un rastro de agua a tus espaldas. Consultas tu reloj de muñeca. El autobús de línea debe de estar a punto de aparecer entre la lluvia. Te dispones a decir algo totalmente estúpido y a salir disparado cuando tu mirada se encuentra con un helado en especial que atrae tu atención. El "Lady Rainbow".
-¿Qué sabor es?-susurras ensimismado.
-No es un sabor común.-dice el anciano, con un misterioso brillo en su mirada gris.-Es algo totalmente diferente. Algo...mágico.
La lluvia arremete con fuerza contra los cristales. Sobre los tejados de los edificios, ha aparecido una fina línea de luz. Sientes que la ropa ya se ha secado, y el rubor ha vuelto a tus mejillas al mismo tiempo que el dulce calor a tu cuerpo. Hace tiempo que ha llegado el autobús rojo. Pero no había nadie esperando. Las calles están vacías. Un paraguas rosa hace cabriolas en el aire por el fuerte viento. Todo el mundo duerme o finge estar despierto delante de unos libros. Todo el mundo, menos la extraña persona que se encuentra en una heladería con los ojos cerrados frente a un recipiente vacío de helado mágico.
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